jueves, 27 de octubre de 2011

3. Ética profesional




La Ética profesional es la reflexión filosófica sobre los criterios que, una vez garantizada la convivencia de los ciudadanos por la Ética civil -marco de referencia de toda Ética aplicada-, deben regular la plasmación de aquella ética en los contextos concretos de las áreas profesionales. La ética de las profesiones reflexiona sobre los fines que legitiman una actividad profesional, y el fin (nos lo recuerda Aristóteles) que es el bien o servicio que una profesión rinde a la sociedad.

El mundo de las profesiones, a raíz del rápido cambio fruto del desarrollo tecnológico y la ampliación del saber, requiere continuamente de la tensión dialéctica entre el marco de referencia de la ética civil, los conocimientos, los recursos económicos y el largo etcétera de factores a tener en cuenta para hacer bien el trabajo que uno debe hacer. Dentro del marco reflexivo sobre las finalidades -bienes-, deberes -exigencias a cubrir- y derechos -condiciones ineludibles para llevar a cabo finalidades y deberes- de un sector profesional, pueden explicitarse, según las morales de máximos, las épocas históricas, las culturas, etc., un conjunto de normas y obligaciones más concretas que vinculen a un colectivo de profesionales.

 Tal código deontológico está sometido al cambio, y al no ser un código jurídico, sino moral, no puede imponerse por coacción externa forzando la conciencia de los individuos que lo deben asumir.

Hay una ética profesional, en tanto que ejercicio crítico y reflexivo sobre las profesiones, sus finalidades, sus trasformaciones, pero varias morales profesionales, pues una moral profesional será el conjunto de criterios, códigos deontológicos y juicios por los que las personas que ejercen un determinado oficio orientan o pretenden orientar su actuación concreta; dicha moral profesional puede cambiar según los países o las épocas, y sólo será legítima en su empeño, dentro del marco global de la ética civil ahora aplicada, por cumplir bien con el trabajo, logrando las finalidades intrínsecas -el bien- de la profesión.

En la bioética, como ética aplicada, se aprecia con claridad el ensamblaje entre ética y moral, entre mínimos y máximos, entre convicciones y responsabilidades, entre formas y materias. De ese modo, en la ética profesional se alude a lo esencial de una profesión, su forma, sus condiciones de posibilidad, sus compromisos y las responsabilidades mínimas a asumir.
Los mínimos deontológicos son necesarios pero no suficientes: hace falta el compromiso con la auto-realización, con la profesión y con las generaciones futuras de ciudadanos y de profesionales. El código explicita las condiciones de posibilidad por ejercer la profesión, sus compromisos y las responsabilidades mínimas a asumir, pero si en la práctica cotidiana el profesional se limitara a esto, a no ser negligente en el trabajo -que es un deber-, no tendríamos suficiente para forjar la ineludible confianza: hace falta además la excelencia o la virtud. La excelencia es relativa a cada cual, a su circunstancia, a su vivencia de la profesión, a la motivación que encuentra en el entorno organizacional donde la ejerce y le lleva hacia la auto-realización. El trabajo excelente demanda el máximo del profesional, vocación, placer, pasión, algo aconsejable mas nunca exigible.


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