viernes, 20 de mayo de 2011

Teatro iniciático, ¿televisión?

 Cuando el hombre fue consciente de su propia existencia, de su relación con los otros y con la naturaleza, del tiempo, de los acontecimientos, vio maravillado cómo un horizonte infinito de cuestiones se desplegaba ante él  y una sed irracional, un ansia de respuestas, una inquietud se instalaban en él; un halo de misterio que todo lo envuelve, una dependencia manifiesta a la intriga, a caminar un paso por delante de la falacia y a un paso por detrás de la verdad. La inercia humana, el devenir, el movimiento significado, vivir. 

Como exponía Platón, todo arte responde a una idea arquetípica, cuando hacemos arte en este mundo concreto, intentamos reproducir (fielmente, o no tanto) el arquetipo de manera clara. Lo importante es la idea que da sentido al arte. En el caso específico del arte del teatro, es la armonía de la vida la que se busca, las leyes de la vida. La necesidad de reflejar, de repetir determinados acontecimientos de la vida para buscarles sentido creó así el teatro. Buscando penetrar al sentido más profundo, a encontrar las leyes que rigen la vida humana relacionándola con elementos superiores como dios, dioses, héroes o destino. 

Las primeras representaciones teatrales eran actos religiosos en el sentido de religar al hombre con una realidad superior. No hubo pueblo en la antigüedad que no tuviera estos primeros misterios divinos bajo la forma de teatro, intentando representar en la tierra lo que alguna vez paso en lo alto -Un teatro iniciático en cuanto a toma de contacto con esas leyes de la naturaleza que son misterios para los seres humanos-. Lo importante no era crear una ilusión en los espectadores, sino despertar imágenes, ideas, intuiciones. Era el movimiento de los actores, sus palabras y lo que el espectador puede sentir. El teatro iniciático unía al hombre a los principios divinos.


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Existen tres géneros del teatro griego: la tragedia, donde los dioses y el destino rigen por completo el acontecer de los hombres, que cual marionetas devienen en su ignorancia y ceguera, hasta un punto del cual no pueden alejarse. El segundo género es el drama, donde hay un juego intermedio entre la voluntad de los dioses y los hombres, que se hacen más seguros de sí mismos, más dueños de sus destinos, y tienen la posibilidad del esfuerzo y la rendición. Esto es, sufren, pero ya no están ciegos. En el último género, la comedia,  los hombres se ríen unos de otros, y los dioses de los esfuerzos humanos y a torpeza con la que actúan para conseguirlo. Los hombres son niños que juegan a vivir. 

La tragedia griega comienza con un canto alrededor del altar del dios más difícil de interpretar en Grecia, Dionisos, el dios del entusiasmo (En-theos, dios-en-nosotros), el dios que hace al hombre sentir a dios dentro de sí, entrando en el a través de la danza, el canto, los instrumentos, el recitado, las palabras, el ritmo, trasportando a los espectadores por un momento a vivir de una manera totalmente diferente, a sentirse dios por un momento. 

El público no acudía a ver que ocurría con sus dioses o cómo se había creado el universo, lo que el público valoraba era la participación. Pues el teatro no consistía en en enterarse de un argumento nuevo, sino de vivirlo con la conciencia de que el universo es cíclico como lo es todo en nuestra vida. Una vez al año, una obra que repetía los mismos acontecimientos ponia al hombre en contacto con esa repetición de toda la naturaleza. Lo importante en el teatro iniciático, el la enseñanza, la apertura y enriquecimiento. En un segundo nivel es también teatro de purificación en tanto que aconteciendo en escena lo que cotidianamente acontecía en los seres, los obligaba a meditar, a reflexionar; era una forma de acercar al pueblo unas realidades que de otra manera se le habrían escapado, y mostrarle, que detrás del telón pasan muchas cosas que no siempre se ven, y que cuando ese telón cae, si no somos capaces de abrir nuestros propios ojos, dificilmente vamos a ver aquellas otras realidades superiores.

Como decía Arístóteles, el público se transportaba a otro mundo a través del temor y la compasión; no un terror cualquiera, no era sentir miedo, sino, ver a traves de los personajes, sentir el temor de lo que podía suceder si en nuestra ignorancia quebrantábamos las leyes inmutables de la naturaleza; saber cual era su respuesta cuando el ser humano no se avenia a aquello que constituye el orden universal. Una compasión sagrada al compartir el sentimiento, porque todos los personajes estaban sometidos a la dificil situación que a tormenta a cada uno de los seres humanos: a tener que elegir entre una cosa y otra. Así, la compasión por el personaje y por si mismo generan la purificación, esa catarsis.

Observemos esta misma necesidad de devenir en concordancia con la manera de acontecer de las cosas naturalmente, en el Ribhu Gitá (capítulo 1-2.3) "Ilustre hijo de Brahman (lo absoluto, o eterno, la verdad, el uno, la realidad, todo), el nacido del loto! para nuestra liberación, te suplicamos que nos ilumines con el conocimiento (...) por medio de los cuales seremos capacitados para cruzar el océano sin orillas del samsara (el ciclo repetitivo de nacimiento y muerte)" referencia a la misma idea de sumisión al devenir armónico con el que la existencia es.

El Profesor Livraga afirma, "el Teatro Iniciático nunca fue una farsa, fue la realidad misma, sin tiempo ni espacio". En este teatro, hay una realidad absoluta donde no importa cuánto espacio ocupamos o cuánto tiempo nos lleva, pues lo importante es lo que aprendemos. Lo que pretendía el teatro iniciático era que sin necesidad de pasar por cada una de las circunstancias de la vida y cada una de sus experiencias, se saliera de cada representación un poco más rico de lo que se había entrado. Un enriquecimiento como humano, como evolución.

Nosotros, no tenemos ese teatro, tenemos en cambio una necesidad imperiosa de trasmitir unas ideas que correspondieron a la humanidad de siempre. Ahora, tenemos eso que para mi representa el escombro de esta misma función que cumplía el teatro iniciático, y me refiero con esto a la televisión, que hoy día es reflejo y comunicador, representador y divulgador, voz de prácticamente cada espacio que habitamos, que sin embargo,  no tiene como finalidad una apertura, ni un aprendizaje. Seguimos masticando las mismas mentiras en diferentes formas, y cada vez más, reprentando estas mismas ideas mezcladas con ideas abstractas (como la libertad...   ....de conducir un coche de tal marca), como un salto de tigre que sin embargo solo nos devuelve al pasado, pues son reflejo de moda e interés, en ningún momento de reflexión y aprendizaje, en ningún momento de evolución. Reflejo directo y fiel de las actividades humanas son plasmadas al mismo tiempo que interpretadas y masticadas,  como herramientas para provocar al espectador que nunca se cansa de mirar, manipulado y atrapado en un círculo vicioso donde se alimenta con información empaquetada y pre cocinada, sin pararse siquiera a pensar.

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