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Esta extraña relación entre el logos y el mundo ha dado lugar a hábitos y creencias que se repiten en todo el mundo. Así encontramos aborigenes australianos ocultando palabras a los bárbaros, a los antiguos egipcios que contaban con segundos nombres propios ocultos... Jaques Vaudier resume así el énfasis de estas tradiciones: "basta saber el nombre de una divinidad o de un ser divinizado para tenerlo en su poder". Existe pues una debilidad correlativa a ese poder que ocultan los nombre. y me pregunto ¿existe esa fuerza/debilidad para quien tiene o posée un nombre, para todo aquello que puede ser nombrado, o para quien es capaz de pronunciarlo, de quien es capaz de nombrar?
En esta línea, topamos de frente con la religión. fijémonos en el Éxodo, Moisés pregunta a dios su nombre, a lo que el responde: SOY EL QUE SOY . (¿soy el que puede ser nombrado?o mas fuerza el ser, soy el que nombra?) Volviendo a la fuerza de dar o tener nombre, descubrimos en el mismo anhelo de Moises una busqueda de significado, de sentido. Moises quiere saber quien o qué es dios. Moises desea en propias palabras de Vandier, poseer a Dios, ¿pues acaso no descubrimos y conquistamos con palabras?
"los límites de mi lenguaje son los limites de mi propio mundo; no paramos de chocar con las paredes de nuestra jaula" Wittgenstein