Recordemos la famosa ecuación de Einstein que todos conocemos, E=mc2 , que dicta que la energía existente es 90 000 millones de veces (c2) la materia existente. Esto implica ampliar nuestra mirada, abrirnos a ver que la mayoría de la realidad ( materia y energía) no se manifiesta materialmente, sino de manera más sutil, por lo que llegar a ella, es quizá un poco más complicado para nuestra estrecha mente. Así, se sabe que somos materia y energía al mismo tiempo, que pese a ser individualidades, formamos parte de un todo único, coherente y ordenado. Pues todo es uno y y lo mismo.
Frintz Albert Popp descubrió en los años 80, que las células emiten una luz muy débil, una radiación coherente y armónica que se transmitía de unas a otras, creando canales de comunicación entre ellas. Encontró fotones examinando el tallo de una planta, que al acercarlo al otro tallo, compensaba la radiación de esa energía liberada entre ambas. Los biofotones son energias liberadas en forma de luz, que se distinguen de la capacidad de producción de luz (quimioluminiscencia) de ciertos organismos vivos, muy extendido en todos los niveles biológicos, por la ausencia de mecanismo enzimático relacionado y por una magnitud o intensidad ultradebil que la caracteriza, de emisión en la superficie de los tejidos vivos en el orden de 10 a 1000 cm2/seg. Comprobó así que esta energía liberada en forma de luz, que esta radiación, esta “luz fotonica”, puede transmitir gran cantidad de información. Por medio de los biofotones se realiza una permanente retroalimentacion entre los organismos y el entorno, un diálogo de luz entre la materia orgánico. Los biofotones son producidos por la luz, que transmite la información necesaria, e indica cuándo se ha de producir un proceso bioquímico. De hecho, en la práctica, los biofotones parecen ser el origen de todos los procesos biológicos. La ley universal que viene dada y que es transmitida a todos los seres que lo conforman.